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El Seductor Spain 1995: How Cosme Fell in Love with His Beautiful Neighbor Merche



Dr. Ion Agheana, professor of Romance languages at Hope College, is one of only six scholars worldwide featured in the book "Cioran. El pesimista seductor" ("Cioran. The Seductive Pessimist"), which focuses on the work and life of Romanian philosopher and essayist Emil Cioran.


Cioran (1911-1995) was born and raised in Romania but spent most of his adult life in France. His work, which was initially written in Romanian and from the 1940s onward in French, is characterized by pessimism, considering life, ideologies, religions, love and other concerns as delusions of imagination.




El Seductor Spain 1995



It is the second time that he has been interviewed by Caneque for a book about an influential writer. He is also among the scholars featured in Caneque's 1995 book "Conversaciones sobre Borgres" ("Conversations about Borges"), a discussion of the work of Argentine author Jorge Luis Borges, which was published by Destino Publishing House of Barcelona.


142., Amon, Ruben. !DEJAME SOLO! JESULIN DE UBRIQUE: EL TRIUNFO DE UN SEDUCTOR. Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1995. 1st edition. 12mo. 215pp . About fine; paperback. In Spanish. 8 pages of photographs. A biography & analysis of the most controversial matador since El Cordobes, hated by purists, loved by young women. $20.00


2161., Lorenzo, Carlos, Mario Rodriguez & Humberto Ruis Quiroz. JOSELITO HUERTA Y SUS TRIUNFOS EN AMERICA Y EL VIEJO MUNDO. Mexico, Bibiofilos Taurinos, 1995. 1st edition. 8vo. 14pp . About fine; staple bound paperback. In Spanish. 4 pages of photographs. Memories of the maestro de Tetela. $12.50


1119., Medina de la Serna, Daniel. "EL CAPEA" EN LA MEXICO. Mexico, Bibliofilos Taurinos, 1995. 1st edition. 8vo. 12pp . About fine; staple bound paperback. In Spanish. 3 pages of photographs by Octavio Lagunes. $12.50


1068., Michener, James A. MIRACLE IN SEVILLE. New York, Random House, 1995. 1st edition. 8vo. 107pp . About fine in dust jacket; Illustrated by John Fulton. A grown-up's fantasy of the battle between matador & breeder of bulls & the Virgin & a Gypsy fortune teller. $10.00


2207., Molina, Jaime, ed. TORO BRAVO. 1er Trimestre, 1995, No. 1. Sevilla, Small 4to. 46pp . Near fine. Staple bound paperback. In Spanish. The journal of the Union de Criadores de Toros de Lidia, includes a drawing by Ayala "suitable for framing". $10.00


428., Padilla, Guillermo Ernesto. SEMBLANZA TORERA Y HUMANA DE JUAN SILVETI. Mexico, Bibliofilos Taurinos, 1995. 1st edition. 8vo. 9pp . About fine; staple bound paperback. In Spanish. 4 pages of photographs. A biography of the Tiger of Guanajuato. #28, Coleccion Lecturas Taurinos. $12.50


2130., Parra, Ivan. FAENA. No 5, Diciembre 1995. Bogota, Faena, Small 4to. 74pp . About fine; staple bound paperback. In Spanish. Magazine of bullfighting in Colombia, slick, much color, article on Juan Mora, many full page ads for matadors. $9.50


718., Ruiz Quiroz. Luis. DE CARLOS ARRUZA A ELOY CAVAZOS. 35 RABOS EN EL TOREO DE CUATRO CAMINOS. Mexico, Bibliofilos Taurinos, 1995. 1st edition. 8vo. 13pp . About fine; staple bound paperback. In Spanish. 4 pages of photographs. $12.50


Entre los siglos bajomedievales y el denominado Siglo de Oro se produce en la literatura española un cambio de relaciones en los ámbitos de la oralidad, la escritura manuscrita y Ia escritura impresa que conduce a las manifestaciones literarias de la modernidad y esboza los primeros rasgos del fenómeno que más adelante se constituirá como la cultura de masas.(2) Propongo en este sentido analizar la génesis y evolución del discurso literario a través del estudio de tres etapas desarrolladas entre los siglos XII y XVI: el pasaje de la circulación oral del conocimiento a la difusión escrita, el surgimiento de la prosa en tanto nueva práctica discursiva en las lenguas romance que acababan de acceder al ámbito de la escritura, y finalmente el advenimiento y la posterior imposición de Ia imprenta como práctica editorial. Considero que este hilo conductor que focaliza las relaciones entre prácticas discursivas y representaciones culturales, permite desentrañar una amplia red de conexiones que retrotraen a fenómenos institucionalizados actualmente. Ya Erik Havelock (1963) destacó que es posible darle algún orden teórico a la ecuación oralidad/escritura solo en tanto ésta se relaciona con la invención del alfabeto griego, que suministró una lista exhaustiva de elementos atómicos de sonido acústico, las cuales, a través de diferentes combinaciones, podían representar moléculas del habla. Este sistema gráfico permitió el desarrollo de la cultura occidental, en primer lugar con el empleo ancilar de la escritura utilizada para la fijación documental de los poemas épicos, que habían surgido como almacenadores de información en la memoria oral, a través de un sistema formulístico y de un lenguaje rítmico narrativizado. En segundo lugar, una vez probada la eficacia de la nueva tecnología, permitió el desarrollo de la prosa argumentativa, práctica que, ejercitada por primera vez en el conjunto de las obras platónicas, se distanciaba de los requerimientos in praesentia de la oralidad.(3) Con la escritura griega se inició entonces el proceso de textualización del saber en Occidente que se vuelve a plantear, en términos homólogos, en la Europa medieval, cuando siglos de guerras y desintegración étnica, política y religiosa, volvieron a posicionar a la historia de la cultura en la encrucijada oralidad-escritura. La literatura medieval ofrece un campo propicio para este acercamiento en tanto documenta un momento en que los universos oral y escrito no han accedido a espacios diferenciados. Los textos mantienen la fuerza ilocutiva de la lengua hablada porque siguen participando del universo vocal en el que se generaron y al que vuelven en la instancia de difusión, pero paralelamente comparten las convenciones de un lenguaje que empieza a entenderse como literario, con una normativa especifica. Este movimiento conduce a precisar que en el núcleo de los fenómenos medievales existe una presencia que no puede recuperarse totalmente a través de la "ausencia presente" que denominamos texto, impregnado aún del carácter memorial propio de la circulación oral. Por una parte, el status inevitablemente textual de Ia oralidad medieval (ya que solo nos Ilega a través de fijaciones manuscritas) parece indicar la pertinencia de una aproximación textualista. Por otra parte, todos los textos vernáculos medievales y algunos latinos hasta el siglo XIII son meras marcas de una existencia que era normalmente vocalizada (Zumthor, 1987). Los textos se escribían para ser leídos en voz alta y ser oídos por los receptores; a partir de esta apreciación cobran importancia los abordajes que privilegian el recuerdo de la performance, como única y peculiar, opuesta al texto, con sus virtualidades, autorización, intención y recepción individualizadas. Este conjunto de afirmaciones permite enunciar la evidencia de que los estudiosos de textos orales de la Edad Media deben explicarlos a través de manuscritos, su comprensión de la oralidad del texto es siempre metonímica, y la escritura en lugar de la voz es, por lo tanto, figurativa. Por estas razones, los medievalistas debieron revertir la pintura de Ia oralidad en blanco y negro, la división en nosotros y ellos que se había planteado al comienzo de la discusión focalizada en la posición escritural contemporánea. Desde el principio y por mucho tiempo, los oralistas negaron la existencia de textos transicionales, ya que desde las perspectivas etnográfica e histórica, las sociedades pasadas habían sido vistas como orales o escritas, en términos ideales (Ong, 1993). El sentido de falta, de imperfección que se asociaba a la oralidad, coexistía con la noción nostálgica de ésta como algo puro, original y compacto. Pero medievalistas como Clanchy (1979), Stock (1983) o Bäuml (1980, 1984-85) han tratado de resistir Ia naturaleza de esta oposición, mostrando que no solo la oralidad primitiva nos es inaccesible para siempre, sino también que en las formas de escritura medievales hasta el siglo XIII, oralidad y escritura se interpenetran e influencian una y otra en términos activos y vitales, a veces cooperando y otras conflictivamente.(4) La importancia de la fijación de las lenguas vernáculas en la empresa de adoctrinar que estaba cumpliendo el cristianismo, es señalada en el año 1215 por el IV concilio de Letrán, en relación con el incremento constante de personas que ignoran el latín. En Francia asistimos en esa época, a Ia puesta por escrito de los poemas Oleos y al movimiento de traducción que significo la mice en roman de la cultura latina. Unas décadas después en Castilla el estamento letrado toma Ia decisión política de poner por escrito los cantares de gesta para convertirlos en elementos de propaganda y en documentos historiográficos que contribuyan a Ia construcción ideológica del reino, pero copistas y escribas no pueden (ni quieren) borrar las marcas de realización oral que permanecen en los textos. Por esta razón las fijaciones textuales del Cantar de Ago Cid, a través de manuscrito de Per Abbat (recordemos el conocido explicit en el que el juglar apela a su público pidiendo una retribución económica: "E el romanz es leÍdo,/ datnos del vino;/ si non tenedes dineros,/ echad allá unos peños,/ que bien nos lo darán sobr'ellos" [Montaner Frutos, 1993, p. 3161) o a través de las prosificaciones cronísticas, representan, tal como lo enunció acertadamente Ramón Menéndez Pidal (1957 y 1959), meras refundiciones circunstanciales que no interfieren con Ia circulación oral del cantar que continuo Ilevándose a cabo. Un caso análogo es aportado por la estetización literaria del romancero tradicional en la poesía cortesana del siglo XV o la instrumentación que se hizo de la rama histórica del género en el siglo XVI, en tanto divulgador de los intereses políticos de Ia monarquía. Los poetas de la Corte de los Reyes Católicos incluyeron romances revestidos por glosas y contrahechuras en cancioneros palaciegos manuscritos hasta dedicar una sección diferenciada en el Cancionero General de Hernado del Castillo, publicado en Valencia en 1511, aunque este hecho no modifico la vida oral de los poemas que continua hasta Ia actualidad en diferentes áreas del dominio lingüístico panhispánico. En el Cancionero de Romances de Amberes s.a. y 1550 ingresan masivamente los romances históricos, procedentes quizás de las crónicas contemporáneas, pero destinados a la memorización y divulgación propagandística, tal como destacó Georges Martin(1995). Tampoco debemos excluir de esta red de retroalimentaciones entre oralidad y escritura a las obras mester de clerecía. Surgidos del accionar de los clérigos, el mismo estamento intelectual que participa de la puesta por escrito de los cantares de gesta, los textos de clerecía son el producto de dos modelos discursivos claramente diferenciados: por una parte la escritura latina que contaba con una tradición milenaria que ofrecía conjuntamente modelos acabados del periodo clásico y un corpus lírico , narrativo y dramático que se había desarrollado en Francia en el siglo XII; por otra parte la tradición épica oral que se difundía en lengua vernácula por toda Europa y que era compartida por una masa poblacional heterogénea que iba desde los grandes feudales y el clero hasta los estamentos más bajos de la sociedad, y cuya técnica era ampliamente conocida por estos autores "cultos". Ambos modelos interactúan en las obras de clerecía y determinan por ejemplo que Gonzalo de Berceo acuda a su receptor con apelaciones oralistas: "Amigos e vassallos de Dios omnipotent/ si vos me escuchassedes por vuestro consiment/ querriavos contar un buen aveniment/ terrédeslo en cabo por bueno verament" (Milagros de Nuestra Senora, c.1) y el autor del Libro de Alexandre que se jacta en Ia copla 2 de traer un mester "fermoso" y "sin peccado", caracterice a su protagonista con las marcas sobrenaturales del héroe épico: "Grandes signos contieron cuand'est'infant naçió:/ el aire fue cambiando, el sol escureçió/ tod' el mar fue irado, la tierra tremeçió,/ por poco que el mundo todo pereçió". En su propósito de difundir el nuevo saber, que conlleva además una intención de adoctrinamiento, los clérigos recurren a las técnicas juglarescas, al estilo compositivo de los textos tradicionales que ya había mostrado sobradamente su eficacia aglutinante e identificatoria en la formación del ideal heroico del feudalismo (Balestrini-Chicote, 1997). En esta primera etapa de textualidad medieval la voz de la oralidad se volvió en las obras literarias fácilmente identificable, a partir, sobre todo de las especulaciones de Brian Stock (1983) y especialmente las de Paul Zumthor (1972 y 1987). El redescubriemiento de Ia función de Ia voz y de las instancias de la vocalización, Ia caracterización de los textos medievales como portadores de una oralidad mixta representan, entre otros, conceptos que se reiteran en esta lectura critica.(5) Zumthor (1987), focalizando concretamente hacia el modo de realización oral, también Ilamó Ia atención sobre el aspecto material de los textos medievales, sobre su modo de existencia como objetos de percepción sensorial, ya que no pasan por la voz de forma aleatoria sino en virtud de una situación histórica que hace del tránsito vocal el único modo de posible de socialización de los textos. En este sentido se les otorga especial importancia a todas las instancias físicas de la performance, tales como la gestualidad, la voz, la música y la presencia de la audiencia, con todas las dificultades que este estudio plantea al intentar entender un objeto de estudio que ya no existe, desaparecidas las evidencias sonoras y las respuestas dialógicas características, y así también, al tratar de descifrar el significado de las tradiciones contextuales que contribuyen al sentido de un texto escrito que representa una clase especifica de textualidad. Por todo lo expuesto creo que es pertinente la afirmación de Kellogg (1991: 89): "Los mas antiguos textos literarios compuestos en lengua vernácula que sobreviven de la Europa medieval, son el producto de dos culturas. Primero están marcados por las características de Ia composición formulística oral, señalando su origen en sociedades preliterarias. Pero también son el producto de la literalidad, ya que Ilegan a nosotros a través de manuscritos."(6) Los manuscritos son el nexo entre los investigadores del presente y la cultura medieval, por lo tanto son los únicos capaces de develarnos el universo oral del que proceden a través de sus marcas escriturales. En su propósito de recuperar la oralidad primigenia, el medievalista no tiene otra alternativa que trabajar con un sistema indicial confuso y escurridizo, para concluir siempre construyendo historias de oralidad mediatizadas por la escritura. La teoría de la unicidad de la performance se hizo extensiva a la de la unicidad del manuscrito medieval, ya que "la noción de autenticidad textual tal como la utilizan los filólogos, parece haber sido desconocida, especialmente en lo que concierne a Ia lengua vulgar, al menos hasta alrededor de fines del siglo XV." (Zumthor 1972, 71). T ambién es importante Ia consideración de Ia textualidad de los manuscritos, desde la problemática de Ia tradición textual, su recepción medieval y la implicancia de estos hechos en la producción de ediciones modernas. En este punto se destacan las afirmaciones de Bernard Cerquiglini (1989) y John Dagenais (1994), para quienes los manuscritos de una obra medieval no forman un sistema sino que representan interpretaciones autónomas de un texto que fueron tergiversadas por la critica filológica tradicional en tanto las redujo a la edición critica y las transmitió a las generaciones sucesivas de receptores en un texto fijo inalterable que se aleja de su génesis manuscrita. Esta perspectiva que privilegia el status del scriptum frente al opus de la filología tradicional y el textus de la visión postestructuralista, se centra en conceptualizaciones acerca de las dimensiones físicas y semióticas de los manuscritos y concluye que las diferencias observables entre éstos no evidencian corrupción de un original sino improvisación por parte del copista. El manuscrito tiene desde este enfoque, primacía con respecto al original ausente o inexistente hasta Ilegar a la aseveración extrema de Dagenais (1994) de que cada uno de los tres manuscritos del Libro de buen amor es un libro medieval con sus especificidades diferenciales. A pesar de estar inmersas en el universo de la escritura, tanto la épica como la clerecía castellanas participan de un contexto de vocalización al que contribuye sin lugar a dudas el ritmo de la composición versificada. Por el contrario, considero que el primer distanciamiento constitutivo por parte del texto escrito con respecto a la comunicación oral lo representa Ia creación de una nueva práctica discursiva: la prosa. La escritura en prosa evidencia el primer intento de alejamiento entre emisor y receptor y el primer esbozo de autorreferencialidad del texto, en tanto proporciono un nuevo tipo de almacenamiento que no dependía del ritmo oral y que podía convertirse en un documento con fijación (histórica, filosófica y legal), en el que predominara una sintaxis reflexiva de definición, descripción y análisis, y que adquirió fundamentalmente un prestigio de objetividad al desvincularse de la primera persona ficcional que remedaba a su vez la voz juglaresca.El Libro del Conde Lucanor es sin duda el mejor ejemplo de este tránsito al presentar a un autor, "Yo don Johan", que cierra los relatos, en los que a su vez el diálogo entre Lucanor y Patronio hace surgir otra voz, esta vez Ia tercera persona correspondiente al narrador omnisciente que permite el desarrollo de la narración liberada del marco mediante una estructura que opera como un sistema de cajas chinas.(7) Sin embargo, tal como el mismo Don Juan Manuel lo advierte en su "Prólogo general", aún estamos frente a la técnica de Ia fijación manuscrita, ante el riesgo de Ia copia alterada por un escriba que se considera autorizado a incluir las modificaciones que considere pertinentes: 2ff7e9595c


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